Capítulo 15


    Como todos los días, Cipriano había madrugado para tenerlo todo listo en la Taberna. El trabajo era duro y le exigía un gran sacrificio para que pudiese funcionar como negocio. Cuando no estaba atendiendo en las mesas o trabajando en la cocina, estaba limpiando o dando viajes con la carreta al
campo, para cargar con los alimentos y negociar con sus proveedores. Los impuestos habían subido tanto que apenas encontraba beneficios, de hecho, desde la marcha de Inés, la Taberna estaba mucho más abandonada. Cipriano apenas podía abarcar con todas sus responsabilidades y los clientes habituales, elegían otros lugares para comer y beber.

    En uno de sus paseos arriba y abajo, desde la cocina hasta el espacio que ocupaban las mesas, pasó por delante de la estancia en la que se habían alojado aquellos misteriosos extranjeros. La pasada noche, tras el baile de Margarita y el inesperado número final del enmascarado, habían quedado extasiados, sin embargo aún no le habían recompensado con el pequeño saco de monedas y piedras preciosas. Argumentaron que no le pagarían hasta su partida.
   Cipriano, de naturaleza curiosa no pudo evitar escuchar la conversación de aquellos hombres dentro de la habitación, aunque no pudo entender todo lo que decían.

- No podemos esperar más- dijo uno de ellos- El barco zarpa del puerto de Cádiz en una semana.
- “Saldgemos” esta noche- dijo tajantemente el francés. Todavía tenemos tiempo para llevarle al Diwán su regalo.

   Cipri ya no escuchó más. Algunos comensales le reclamaban. Así que hizo lo que mejor sabía hacer: trabajar.


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