Capítulo 22


     La guarida del Águila estaba revuelta y desordenada. Gonzalo se sentía desolado por la trágica muerte de sus amigos y tremendamente defraudado consigo mismo. Había fracasado. Casi se estaba arrancando la ropa, sin ningún tipo de cuidado, lanzó de cualquier manera la capa, el chaleco y sus armas, se sentó en un taburete y arqueó su espalda hacia adelante tomándose la cabeza con ambas manos. Sentía amargura y odio a partes iguales. Su hermano era un asesino. No tuvo clemencia con Cristina a quien mató a sangre fría, no había podido vengar su muerte y ahora esto….


- Esto no tendría que haber pasado…- murmuró apesadumbrado.
- Amo… aquella mujer salió de la nada de aquella multitud, yo la vi. El comisario también la reconoció y la atrapó. Usted no tuvo la culpa. Demasiado tiene ya con jugarse la vida día sí y día también por el pueblo, como para sentirse mal cuando falla. Es usted un hombre. Un pájaro fuera de lo común, pero al fin y al cabo un hombre.- Satur le dio unas suaves palmaditas en el hombro.
Gonzalo levantó la mirada hacia su fiel amigo con una sinceridad aplastante.
- La próxima vez que me encuentre con el comisario no sé si podré contenerme Satur... no lo sé.
- Amo, piense en su hijo y en la señora Margarita, son su familia y es lo único que debe importarle. No se deje llevar por el odio, que ya más o menos lo voy conociendo. Además, el comisario es importante para lograr saber quién es usted. La investigación sobre sus orígenes, ¿la recuerda?- Satur le insistió.
- Amo, que no hemos llegado tan lejos como para tirarlo todo por la borda. Que yo no me voy de este mundo sin saber quién es usted, ni por qué el monje lo encerró con su hermano y su madre en una torre.- Satur intentaba cambiar de tema para que Gonzalo se animase.
- Tienes razón Satur- dijo intentando combatir su propia derrota.- Vayamos por Alonso.-Gonzalo se levantó, tomó su camisa verde, y comenzó a abotonarla.
    Salieron a la calle por donde aún circulaba gente proveniente de la plaza.


  Algunos parecían estar seriamente conmocionados por lo que había pasado. La gente se había puesto histérica, y la avalancha produjo fuertes golpes y empujones. Gonzalo volvió a sentirse culpable al ver a sus vecinos en ese estado. Había hecho más mal que bien. Llamaron a la puerta de Catalina, que no tardó en abrir la puerta, con Alonso y Murillo asomándose a su espalda.
- Gonzalo, Satur, pasad adentro.- Catalina cerró la puerta tras de sí.- ¿Qué ha pasado Gonzalo?, la gente está como loca, ¿Ha ocurrido algo en la plaza?
   Satur se le adelantó para responder.
- Unos chiquillos Catalina- hizo ademán de poca importancia- que se pusieron a lanzar petardos, y la gente se pensó lo que no era y salió corriendo.
- Desde luego…es que yo no sé la educación que dan hoy en día los padres a sus hijos. Menos mal que está Gonzalo, que los pone bien derechos en la escuela...
- ¿Y Margarita?- preguntó Gonzalo.
- ¿No ha llegado a casa aún?- Catalina lo miró extrañada.- Volvimos juntas antes de la ejecución. Me dijo que la bajara cerca de la plaza. Ella y Martín se fueron juntos.
    Alonso, que desde el principio había escuchado la conversación de los adultos y que no se creía la versión de Satur sobre los petardos, pues había visto por la ventana pasar a la gente muy asustada e incluso herida, se apresuró en tomar parte de la conversación.
- ¿Quizá deberíamos ir a buscarla, no padre?- dijo con un claro tono de preocupación.-Puede que ella también se haya asustado con los petardos esos.
- Sí- respondió Gonzalo- Satur y yo iremos en un momento. Quédate con Catalina., ¿te importa, que se quede un poco más?
- No padre, quiero ir...- Alonso miraba a su padre entre enfadado y suplicante.
- Vayamos todos- intercedió Catalina.- Voy a buscar a Martín a casa de la Juana, que vive en la plaza, ya es tarde y me dijo que no tardaría. No quiero que llegue mañana a palacio hecho un sonámbulo.
     Juntos caminaron a paso ligero hasta la plaza. Estaba vacía. Habían retirado los cuerpos de Blake y Mariana de la plataforma y ahora tan sólo quedaba la hoguera que no había sido usada.
- ¿No han quemado al pirata?- preguntó Catalina extrañada.
    No recibió respuesta, pues Gonzalo había visto algo en la otra punta de la plaza con su habitual agudeza visual. Comenzó poco a poco a andar, y después aceleró el paso hasta llegar allí a la carrera. Se agachó y corroboró lo que sus ojos ya antes habían confirmado. Era el mantón de Margarita. Sí, era su mantón, no había ninguna duda. Los recuerdos dominaron su mente, sin poder evitar volver a ver el mantón de Cristina manchado de sangre en el suelo. La misma sensación de descontrol, de impotencia por lo que podría haber pasado le llenó por completo. Si le hubiera ocurrido algo a Margarita…no podría soportarlo. Ahora no.



   Alonso llegó junto con los demás al lugar donde Gonzalo se encontraba arrodillado.
- ¿Ese es el mantón de la tía, no padre?- Alonso sabía perfectamente que lo era.
- Igual, la señora lo ha perdido con el alboroto- repuso Satur intentando calmar a ambos.
    Catalina, que había estado presente cuando encontraron a Cristina muerta, no pudo evitar hacer un paralelismo con lo que ahora mismo estaba ocurriendo.
    Sabía lo que su amigo y Alonso estarían pensando en ese mismo instante. Ella también estaba preocupada, algo en todo aquello no le gustaba.
- Separémonos- dijo- Yo volveré con los niños a casa, y pasaré por la tuya, por si Margarita ha vuelto.
     Alonso se resistió un poco, pero al final cedió y marchó con ella.
- Amo, tranquilo...seguramente la señora ya estará en casa, puede que incluso durmiendo.
- Sí, tienes razón- habló Gonzalo intentando convencerse y calmarse a sí mismo- Volveremos por Cuchilleros, es el único camino alternativo que puede haber tomado para llegar a casa. 
      Ni rastro de ella. Todos volvieron a encontrarse en casa de Gonzalo y Margarita no estaba. Todos estaban seriamente preocupados y el niño y Gonzalo prácticamente fuera de sí.
- No puede haber desaparecido- dijo Gonzalo muy alterado.- Catalina ¿Tiene Margarita alguna amiga, a cuya casa haya podido acudir?- Gonzalo la miraba desesperado.
- Las chicas de palacio, pero no son horas para estar en ninguna casa y ella no es así Gonzalo, os lo habría dicho.
    Gonzalo sabía a lo que se refería su amiga. Siempre que Margarita se ausentaba por cualquier razón, se lo hacía saber. Incluso la noche que decidió pasar con Juan antes de irse a la guerra... Era más de medianoche. No tenía sentido que ella no estuviese allí.

- Catalina, ¿te importaría quedarte aquí en mi casa? Sólo por si ella volviese…Voy a salir con Satur a buscarla.
- Claro Gonzalo, me quedaré aquí. No te preocupes.
- Vámonos Satur- ordenó él.
    Gonzalo fue directamente al establo. Preparó de nuevo al caballo para salir y lo montó.

- Amooo...- susurró Satur- ¿Y el águila?
- Quiero encontrarla como Gonzalo, Satur.
- ¿Irá desarmado?- preguntó el escudero incrédulo.
    Gonzalo sacó del interior de su bota un puñal y se lo mostró. Acto seguido salió del establo hacia donde su instinto le guiase.
- Espéreme… -gritó Satur. Desató al caballo, lo montó y le siguió en la oscuridad de la noche.

3 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por colgar esta historia. Es maravillosa, ya no sólo lo que cuenta, si no la música que la acompaña, las imágenes... todo. Menudo trabajo, madre mía. Mil gracias otra vez :)

    ResponderEliminar
  2. Se me ha olvidado preguntar, ¿qué cuelgas un capítulo por día? es para estar atenta ;)

    ResponderEliminar
  3. Hola Ana, me alegro de que te guste la historia. Yo soy la escritora, pero es Chey la que se está encargando de colgarla en el blog y además diseña las imágenes !Es una artistaza! A mi me impresiona cómo está logrando captar momentos del relato de forma tan fidedigna. Ella es la que marca el ritmo de la publicación, pues la composición de las imágenes que acompañan cada capítulo es bastante trabajosa.

    Un saludo y gracias por comentar.

    ResponderEliminar

Si tienes algo que aportar, este es el sitio: