Capítulo 24 (Continuación)


      Cuando Satur entró en la casa, se encontró a Gonzalo y a Alonso abrazados. El niño lloraba como lo que era, y su padre intentaba consolarlo, aunque a todas luces también necesitaba que alguien le consolase a él. 


     La escena era tan emotiva que cualquiera que hubiese estado ahí, como era el caso de Satur y Catalina, se habría sentido un intruso. En aquella ceremonia íntima de desahogo mutuo, habían más que palabras y en un momento todo lo que quedaba por decir entre padre e hijo fue manifestado. Alonso se retiró un poco de su padre, que estaba de pie abrazándole y acariciando su pelo revuelto.
- Padre, ¿tú la quieres verdad?
- Claro que la quiero hijo.
       El brillo de los ojos de Gonzalo era especial, los sentimientos que había encerrado en su corazón, se estaban descubriendo por fin, asimilando y aceptando lo que sentía, más allá de los prejuicios y las contenciones que se había impuesto a sí mismo.
- Madre sería feliz si la tía y tú estuvieseis juntos, porque madre quería mucho a tía Margarita.
       Gonzalo sonrió entre lágrimas, suspirando como un niño pequeño.
- Yo también sería feliz, padre…porque la tía para mí, es lo más parecido que podré tener a mi madre.- aquella confesión hizo asentir a Gonzalo, que ahora tomaba a su hijo por los hombros como si intentara infundirle fuerzas.
- Gonzalo….- susurró Catalina- quiero pedirte perdón por haberla alejado de ti…- Como la mujer sensible que era, ella también derramaba lágrimas de emoción.- Yo…la separé de ti, aún a sabiendas de lo que ella sentía por ti, y tú por...yo…la empujé a Juan...la…
- Catalina- Gonzalo la interrumpió- si hubiese estado preparado para iniciar una relación con Margarita, nada ni nadie habría podido detenerme. ¿Me entiendes?
      Catalina asintió, por supuesto que lo entendía. El duelo por Cristina, su trágica muerte, su historia pasada con Margarita…


- Voy a ir a buscarla y no pararé hasta que la encuentre.
      Sus palabras fueron tan firmes y contundentes que nadie se habría atrevido a dudarlo.
- Tengo que salir inmediatamente. Satur, por favor ayúdame a prepararlo todo.
- Amo, voy con usted.- Satur ya se apresuraba hacia la habitación de Gonzalo para subir a la guarida.
      Alonso se había separado de su padre y ahora estaba siendo abrazado fuertemente por Catalina. Gonzalo se acercó a Satur para hablar con él en voz baja.
- Voy a ir sólo Satur.- miró a su fiel amigo con agradecimiento, pero también con firmeza.
- Amo, yo siempre le acompaño en todo, no quiero dejarle solo en esto- le dijo mientras agitaba la cabeza a un lado y a otro insistentemente.
- Necesito que te quedes aquí, Satur. Que cuides de mi hijo, y también…necesitaré que hagas algo peligroso, pero necesario para no despertar sospechas sobre mí.
- Lo que usted quiera- respondió Satur.
- Necesito que te hagas pasar por el Águila. Que te dejes ver y que la gente siga pensando que estoy aquí. No hagas ninguna locura y no te expongas demasiado. Simplemente muéstrate.
- Lo haré- aseguró Satur- Menos mal que tiene el traje de repuesto…
- Ya te dije que esta vez no será el Águila quien la salve….
- ¿Cómo?- preguntó Satur incrédulo.
- No quiero máscaras, ni disfraces. Quiero ser yo, quiero que vea mi cara cuando la encuentre y también quiero que esos hombres recuerden mi rostro cuando acabe con ellos. No quiero que haya más secretos entre los dos.
- Amo…- Satur no podía dar crédito a sus oídos, desde luego aquel hombre era un romántico cuando se lo proponía- pero ¿y sus armas?, las necesitará…
- Me llevaré lo indispensable, el viaje será largo y no puedo cargar demasiado al caballo, tengo que ser más rápido que ellos.
- Está bien...-aceptó su amigo.

       Se pusieron manos a la obra, cogieron todo lo indispensable, una fina manta para el viaje, su capa y algo de comida que Catalina tenía preparada en casa.
      Como armas, su sable, el puñal, y una de sus ballestas más ligeras. Lo prepararon todo en apenas quince minutos. Si todo salía bien y los alcanzaba en el camino, podría estar de vuelta en un par de días. En caso contrario, ir hasta Cádiz y volver le supondría más de una semana. De lo único que estaba seguro es de que volvería con vida junto con Margarita. Subió a la habitación de ella, para coger su toquilla verde, la que había perdido en la plaza y que ella utilizaba para resguardarse del frío. Al entrar allí, los recuerdos de la pasada noche juntos le embargaron conmoviéndole hasta lo más hondo. Volvió a sentir el tacto de su pelo, su dulce aroma y el suave tacto de su piel. La amaba más que a su vida y se lo demostraría aunque fuese lo último que hiciese. Se acercó a su cama y se sentó un breve instante con la cabeza agachada y los codos apoyados en sus rodillas, en uno de sus gestos habituales cuando estaba preocupado y perdido. Giró un poco la cabeza y vio el cajón de su mesilla de noche abierto. Fue a cerrarlo y entonces observó algo que lo dejó conmocionado. Un pequeño colgante de madera sujeto con una fina cuerda de cuero y con una flor de lis tallada en su superficie. Su prenda de amor…..ella lo había conservado durante todos aquellos años. 


     Le conmovió tanto….era una prueba de que nunca lo había olvidado, y de que el amor y la pasión que se tenían aún se mantenía con vida. No necesitaba más empujones para hacer lo que tenía que hacer, pero aquel pequeño objeto había conseguido levantarle el ánimo de manera definitiva. Ya no había vuelta atrás. A Margarita no le quedaría ninguna duda de lo que sentía por ella en cuanto lo viera.
     
      Se despidió de todos, y de su hijo con especial afecto, quien lo miraba orgulloso e impresionado por la valentía de su padre.
- Volveré con ella hijo, te doy mi palabra.- lo abrazó de nuevo y le besó.- Ten mucho cuidado y haz todo lo que te diga Satur, será como tu padre mientras yo no esté.
      Satur se emocionó con aquellas palabras, Alonso no era su hijo como Gabi, pero le quería como tal.
- Satur- Gonzalo se dirigió a él- Recuerda lo que te he dicho, se cuidadoso y discreto.- Acto seguido montó en su caballo y comenzó a salir del establo.
- ¡Padre, ten cuidado!- gritó el chiquillo emocionado.
     Gonzalo le miró girando el cuello ya de espaldas a ellos, mientras avanzaba por la estrecha calle con el caballo, dirigiéndoles una sonrisa y un gesto de despedida.

1 comentario:

  1. Precioso!!

    Gracias Nereva por tu pluma
    Gracias Cherboy por ilustrarnosla.

    Ziyi

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